El potencial económico del monte nativo.

Muchas organizaciones sociales están haciendo un llamado a conservar los pocos vestigios de naturaleza indígena que nos van quedando, no como una estrategia de carácter únicamente ambiental, sino también enfocado a la rentabilidad económica y social.

Por un lado, el desarrollo de la agricultura orgánica en pequeña escala no solo reduciría considerablemente los precios de los alimentos sino que contribuiría en la creación de múltiples puestos de trabajo en todas las etapas de la producción. Una propuesta a considerar es la instrumentación de prácticas comunitarias orientadas al aprovechamiento de terrenos abandonados en las ciudades como un impulso orientado a la integración social por medio de la regeneración de los espacios verdes, donde se fomenten la horticultura y la floristería, el compostaje y reciclado de los residuos orgánicos, la implantación y reproducción de flora indígena.

Considerados históricamente como de escasa utilidad, nuestros montes nativos tienen un enorme valor ambiental, social y económico. El monte indígena forma parte de un ciclo de vida en el cual su sola presencia asegura el abastecimiento de los acuíferos subterráneos, que a su vez nutren los cursos de los ríos de los que depende la producción y la población.  La presencia de monte en los márgenes de los ríos contribuye a la conservación del ecosistema, constituyendo uno de los hábitats fundamentales para las especies de fauna nativa que hacen al equilibrio natural, así como de los sistemas agrícolas de los que depende el sector productivo. En una perspectiva sociocultural, el monte indígena provee a la población de un paisaje nativo único, que puede ser perfectamente usufructuado desde el punto de vista turístico. El monte nativo es, además, una fuente importante de productos medicinales –taninos, saponinas, flavonoides – e industriales –esencias, aceites, resinas –, codiciados por empresas y laboratorios internacionales que envían a sus técnicos a explorar y recolectar las especies nativas.